Si eres un asiduo de este pequeño gran blog, seguro que habrás leído los artículos en los que te explicamos nuestra experiencia cruzando la frontera entre Tailandia y Myanmar, y en el que os mostramos cómo fue llegar a Yangón desde Myawaddy, la ciudad que hace frontera con Tailandia. Si no es así, os recomiendo que echéis un vistazo a esos artículos antes de leer estas primeras impresiones de Yangón.

Yangón en contexto

No queremos volver a repasar la historia de este país, lo cual ya hicimos en los preparativos para viajar a Myanmar. Pero sí que queremos poner en contexto lo que es la ciudad de Yangón, antiguamente conocida como Rangún.

A orillas del río Yangón el cual desemboca en el Mar de Burma, la ciudad de Yangón siempre ha sido el polo económico de Myanmar gracias, en parte, a su puerto. De hecho, durante la colonización británica, esta ciudad fungía como la «capital» de Birmania.

Sin embargo, el gobierno militar en su voluntad de eliminar cualquier símbolo de la colonización, decidió que la ciudad de Naipyidó fuera la nueva capital de Myanmar. A pesar de lo anterior, Yangón sigue siendo la ciudad más importante de Myanmar, lo cual podréis comprobar y percibir desde el primer momento en el que pongáis un pie en esta ciudad.

Primeras impresiones de Yangón a la llegada

Habiendo puesto un poco en contexto de lo que es Yangón, es momento de repasar nuestra llegada a la estación de buses, la cual se encuentra bastante alejada del centro de esta ciudad.

Nada más llegar, como siempre sucede en esta parte del mundo, varias personas se interesaron por nuestra situación y por la posibilidad de ganarse un viaje hasta el centro. Nosotros, cansados tras un viaje de más de 15 horas en bus, decidimos abrir la aplicación de Grab e ir directos camino al hotel.

Me acuerdo que era bastante pronto y, aún así, tardamos más de 1 hora en llegar hasta nuestro hotel. El tráfico era un absoluto caos, todo colapsado lleno de motos, de coches, de personas y de cualquier tipo de transporte que te pudieras imaginar. La mañana había empezado movida y eso solo era el preludio de todo lo que nos íbamos a encontrar.

Tráfico caótico en Yangón.
Tráfico caótico en Yangón. ©Nimman

Sobredosis de estímulos

Tras las primeras impresiones de Yangón que nos brindó nuestro trayecto en Grab hasta el hotel, era momento de poner nuestro primer pie en las calles de Yangón. Estando en la zona de downtown, decidimos salir sin rumbo fijo con las ganas y las expectativas al máximo por estar en un nuevo país.

No sabría decir lo primero que nos impresionó de este país. Quizás fue un cúmulo de todos los estímulos que estábamos percibiendo. No solo a nivel visual sino también a nivel olfativo y auditivo.

Sabíamos de antemano que Myanmar no es como su vecina Tailandia sino que se trata de un país con un menor desarrollo. Aún así, ver las calles del centro de Yangón en un estado tan paupérrimo fue el primer golpe que nos asestó Myanmar. El primer aviso de que esto era el sudeste asiático pero uno totalmente diferente al que habíamos conocido anteriormente en países como Malasia o Tailandia.

Más allá del estado de las calle, observar a la gente con sus longyi (especie de falda tradicional que suelen llevar los hombres), personas masticando hoja de betel, mujeres maquilladas con thanaka, los cárteles en birmano. Todos los anteriores estímulos lo hacían real. Por fin estábamos en Myanmar y por fin estábamos viviendo de primera mano todo lo que habíamos leído.

portada pagoda
Atardecer en la ciudad de Yangón. ©Nimman

Para esto viajamos…

No queremos entrar en terreno filosófico (por decirlo de alguna manera) pero siempre hemos creído que viajar no es equivalente a divertirse. Evidentemente que nos divertimos viajando pero viajar es mucho más que eso. Es conocer realidades económicas diferentes, otras culturas, otras formas de vivir y, también, historias que te dejan los pelos de punta.

Sin perjuicio de lo anterior, es inevitable tener un sesgo positivo al momento de llegar a un lugar nuevo. Tienes ganas de ver cosas diferentes, probar nuevas comidas así que todo te parece un poquito más bonito de lo que normalmente te pareciera si vivieras en ese lugar. Fue exactamente lo que nos pasó en estas primeras impresiones de Yangón.

Por un lado, nos esforzábamos en convencernos que los edificios coloniales del centro mantenían su belleza a pesar del deterioro o que el hecho que la calle estuviera sucia y repleta de escupitajos rojos era una cuestión cultural interesante. Pero, por otro lado, no podíamos dejar de sentir que todos estos estímulos no nos estaban «divirtiendo».

En definitiva, nuestras primeras impresiones de Yangón no fueron las más positivas pero nos seguimos esforzando en encontrar lo bueno o, al menos, intentamos entender más sobre la cultura birmana que estábamos viviendo de primera mano.

Edificios coloniales en mal estado, una de las primera impresiones de Yangón
Edificios coloniales de Yangón. ©Nimman

No todo es malo

Las primeras impresiones de Yangón que tuvimos son sólo eso, primeras impresiones. Por suerte, tuvimos la oportunidad de quedarnos en dicha ciudad durante una semana. La pudimos conocer y pudimos entender algunos de sus entresijos.

Lo anterior, no hace que no nos molesten las muchas ratas que se ven por la calle, la suciedad, el tráfico o la terrible desigualdad que se percibe.

Pero, tenemos que admitir que no todo es malo en Yangón. Al revés, es una ciudad con una historia vibrante que se puede percibir en las paredes de sus edificios. Con lugares que merecen muchísimo la pena como la Shwedagon Pagoda. Y, sobretodo, un lugar repleto de gente que te sonríe sin conocerte, que te saludan contentos y que te hablan para interesarse sobre ti.

De hecho, puedes leer nuestro post sobre los 10 lugares que visitar en Yangón que consideramos imprescindibles. Tanto para que puedas conocer lo más turístico de la ciudad como para que puedas ver por ti mismo todo lo que tiene que ofrecer esta ciudad.


Así han sido nuestras primeras impresiones de Yangón. Una auténtico batiburrillo de sensaciones y de sentimientos que nos han hecho cuestionar el porqué amamos viajar. Darnos cuenta que el viaje va mucho más allá de lo estético y enfrentarnos por primera vez a un choque cultural tan grande.

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¡Hasta el próximo viaje!

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